Este es un espacio donde sobrevivientes de trauma y abuso comparten sus historias junto a aliados que los apoyan. Estas historias nos recuerdan que existe esperanza incluso en tiempos difíciles. Nunca estás solo en tu experiencia. La sanación es posible para todos.
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Historia original
Para mí, sanar significa comprender que, después de un trauma grave, no hay vuelta atrás. Esta es la dura realidad. El trauma crea una gran disrupción en la vida. Punto. Pero la verdadera sanación es aprender a encontrar una nueva normalidad, sin disimular ni intentar aparentar ser el mismo de antes. Es aprender a aceptar este nuevo yo, con imperfecciones, cicatrices y todo. El nuevo yo puede ser diferente, pero sigue siendo maravilloso.
Bueno, un poco sobre mí: ¡soy chica, así nací! Fui animadora durante toda la preparatoria y vengo de un hogar monoparental con un solo hijo, ¡solo mi papá y yo! Hace unos años, mi papá me pidió que sacara la basura; era parte de mis tareas semanales. El hijo de nuestro vecino, que entonces rondaba los treinta y tantos, estaba en la entrada de la casa de sus padres sentado en su camioneta. Llevé la basura hasta el final de la entrada, y al volver, me llamó: "¡Hola, guapa!". Fui al borde de nuestro jardín para hablar con él. Estaba borracho, muy borracho, con una cerveza en la mano. Empezó a hablar de cuánto odiaba a su prometida y de cuánto odiaba tener hijos. Entonces me preguntó: "¿Cuánto cuesta una felación?". Me quedé muy sorprendida y pensé que bromeaba. La diferencia de edad era mucha. Le dije: "No puedes pagarme". Dijo: "Ah, así que sabes cómo dar una". Me reí. Salió de la camioneta y empezó a orinar a su lado. Dije: "Buenas noches" y empecé a alejarme. De repente, me agarró del pelo y me arrastró hasta un cobertizo en el patio trasero. No tengo ni idea de por qué, pero sinceramente pensé que solo estaba jugando conmigo. Como si tuviera miedo, pero en realidad pensé que me iba a encerrar en el cobertizo como una broma de mal gusto. Seguía preguntando: "¿Qué haces?". Cuando llegamos al cobertizo, me tiró al suelo y cerró la puerta. Fue entonces cuando me di cuenta de que estaba en peligro. Sacó un cuchillo del bolsillo y empecé a gritar. Corrió hacia mí y me tapó la boca con la mano. Estaba tan asustada que lloré. Se quitó los pantalones y me ordenó que me quitara los shorts. Tenía demasiado miedo para moverme y fue entonces cuando me hizo el primer corte. Me cortó el brazo. De verdad. Lloraba: "¡Por favor, no!". Sacó una cuerda de la pared y me ató las manos por encima de la cabeza porque intentaba apartarlas. Le había arañado el brazo con las uñas y me llamó "perrita" justo antes de atarme. Luego me quitó los pantalones cortos y la ropa interior. Tenía mucho miedo, pero seguía cortándome, así que cerré los ojos mientras me penetraba a la fuerza "ahí abajo". Me dolía muchísimo y me sentía asquerosa. Gritaba: "¡Por favor, para!", "¡No!", "¡Por favor!". Lo sentí salir y empezó a meterme su "cosa" en la boca. Era asqueroso, tenía muchísima sangre y me daban arcadas. Lo mordí y me dio una bofetada y dijo: "¡Maldita perra, te quieres morir!", y me escupió. Me quitó las cuerdas y vomité. Se apartó por eso, y yo corrí a la puerta y pude salir y correr a mi casa y a mi habitación. Me senté en el suelo contra la puerta y lloré muchísimo toda la noche. A la mañana siguiente, fui a mi médico de cabecera y me derrumbé en el vestíbulo. No recuerdo mucho después de eso. De hecho, no recuerdo mucho de las tres semanas siguientes. Recuerdo el kit de violación y fue horrible. Solo quería ropa y dormir. Estaba agotada y cansada, y había tantas fotos y preguntas. Me dijeron que estaba en shock. Al día siguiente fui a la comisaría. Eso fue lo más difícil de todo. Tenía muchísimo miedo de que no me creyeran. Recuerdo que unas semanas después fue como si se hubiera disipado la niebla. Creo que lo que más sentí esos primeros meses fue un entumecimiento abrumador. Sentía que nadie podía entender lo que sentía y me sentía muy sola. Tan sola... Deseaba desesperadamente que alguien me ayudara. Fue horrible. Decidí, por insistencia de mi padre, hablar con un terapeuta y luego iría a un psiquiatra. No ha sido fácil. Horas y horas y muchas pequeñas victorias, y finalmente estoy en un punto donde una nueva normalidad está empezando a ser real. Creo que lo más importante que he aprendido es que nunca hay vuelta atrás. Ella ya no está. Tengo trastorno de estrés postraumático (TEPT) y probablemente tomaré medicación para lidiar con el trauma el resto de mi vida. Tengo ataques de ansiedad muy graves. Lo peor es que me dañó tanto el interior que oficialmente no puedo tener hijos. Es algo ENORME y no sé cómo superarlo. Tuve que sanar mucho físicamente y tengo muchísimas cicatrices en el cuerpo. No puedo ocultarlas. Siempre me preguntan cómo te hiciste estas cicatrices. Superar esto ha sido duro, pero soy muy fuerte y sobreviví. Me alegro de estar viva. Hubo momentos en los que no quería volver. Desde mi violación, conocí a mi media naranja y ¡me caso en un mes! No soy la misma, pero estoy orgullosa del trabajo que hice por lo difícil que fue. Así que sí, esta es mi historia. Gracias por leer.
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